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Foto: superdeporte.es |
En Valencia tampoco llegó.
La victoria, esa cosa tan extraña con la que se suman tres puntos (por si a alguien ya se le ha olvidado) se nos sigue resistiendo.
Jornada 7 y continuamos siendo los kings del empate.
Esta vez fue un partido feo. El Osasuna de la primera parte parecía que era otro. Que nos lo habían cambiado; así, de la noche a la mañana y sin avisar.
Atrás, unos flanes.
En el medio un castillo de naipes que a cada leve soplido de Radoja o Campaña se venia abajo.
Y adelante unas madres. Con Chimy a otras batallas y con Adrián intentando estar a todo y terminando no estando a nada (de Estupiñan y su familia, posiblemente, se tuvo que acordar en varias fases del partido) A tapar huecos.
Hasta que apareció, de nuevo, Jon Moncayola.
En su día dije que #NoMeridaNoParty. Y en parte, algo de razón en este partido también tendría . Pero no seria justo si evito evolucionarlo a un #SíMoncaSíFarra.
Con él, el equipo despertó. Y aunque no hicimos un gran fútbol, el empate, tras un extraordinario pase de un desaparecido Torres, llegó. Lo hizo gracias a un Rubén García cuyo inicio de temporada no esta siendo del todo bueno. Cuestion ésta por la que me alegro doble.
Después llegaron varias ocasiones más y la expulsión de Hernani. Pero la sensación que se me siguió quedando fue que ambos equipos estaban más o menos satisfechos con el 1-1. El Levante (para mí tienen una señora plantilla) por estar en inferioridad y Osasuna por haber visto el partido sentenciado -para mal- en la primera parte y quedarnos sin oxigeno en la segunda.
Y así terminó.
Ahora viene el Villarreal. Con el pichichi de la categoría en sus filas. Prueba mayúscula para el sobresaliente Aridane y para David García. Veremos qué ocurre.
La victoria no puede ya esperar...
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